A que no te imaginabas que tu nieta iba a estar destrozada.
A que no te imaginabas que tu esposo, ése que quedó ciego
iba a pedir que lo enterraran contigo.
A que no te imaginabas que tu yerno cargaría tu caja hasta el final.
A que no te imaginas cuántas flores llegarían para ti.
A que no te imaginas cuánta gente iba a ir a despedirse.
A que no te imaginas que el sol se mostraba y ocultaba intermitente.
Como dándote su último brillo.
Como si en su tintineo, reflejara
toda la angustia de los presentes,
la impotencia de tu hija, el vacío,
que dejaste.

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