Pero qué triste noche hacía anoche. Triste y fría, como los días de invierno, que este año se han adelantado.
Tuve que levantarme de mi lecho, sacudir mi traje negro e irme a vaguear por ahí. Todavía temblaban mis rodillas.
Llegué quién sabe como ni porqué hasta la vieja cantina que frecuentaba en mis años mozos, que decirlo de sobra sale, fueron pocos.
Me senté a la barra, y no pedí nada. Mi amigo el hijo del cantinero sabía lo que yo tomaba, aunque hacía años que no lo visitaba.
Empiné el codo de un solo trago, como se toma el tequila, sin limón, sin sal y sin hacer muecas.
Canté la llorona, paloma negra y un mundo raro. Me morí, mujer, y tu música nunca que llegó.
Y ya en el último trago, me despedí, no quise saber más. Empezaba a recordar, y eso, para un viejo esqueleto que soy, no es muy útil.
Así que me levanté, salí de la cantina y caminé hasta el final de la calle, después del portón doblé a la izquierda, muchos saben porqué.
Volví a mi lecho, abrí la puerta y me recosté. No volveré hasta el próximo año. Ojalá que estos tragos me alcancen. Y ojalá que el invierno no sea tan cabrón.
Peter La Anguila
Hace 2 meses.
1 comentario:
Conmemorando una fecha trágica, sin duda.
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