Fué en un pueblo sin mar, una tarde en que no hubo concierto.
El Presidente municipal había encargado un coche pick up repleto de alcohol y pulque. Había llamado a todos sus amigos y a otro tanto de conocidos, y montados en caravana se fueron al boulevard engravado.
Iban a ver a la Vargas, a invitarle unos tequilas. Doblaron la calle que daba al callejon que tantas memorias guardaba en sus piedras, se detuvieron frente al muro rojo y tocaron a la puerta.
Los recibió Marta, quien con mucha atención hizo los ademanes de escucharlos.
-Venimos a ver a la cuatacha- Dijeron. -Vamos al campo a beber.
Marta, que unas noches antes le había servido la última copa de vino a Chavela, les dijo que la Señora ya no tomaba.
-La Señora ya no toma. Tiene ocho días que no toma una copa-
El presidente como pudo, se subió al pick up y desde ahí se dirigió a la multitud.
-Hemos vivido muchas cosas juntos, hemos compartido muchas noches y muchas lunas. Hemos compartido muchas botellas y hemos visto muchos amaneceres juntos- Dijo. -Pero ésta tarde hemos perdido a una gran amiga y compañera. No volveremos a compartir ni noches ni lunas, ni botellas ni amaneceres-
-Hoy hemos sufrido una pérdida irreparable- Dijo. -Irreparable-
-La Señora Vargas ya no toma. Se acabó nuestra compañera. Vámonos-
Y se fueron.
Peter La Anguila
Hace 4 meses.



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