El escritor no durmió en todo el fin de semana, noches de espeso humo y de ácido limon. El tequila.
Ya el lunes por la noche, muy entrada la madrugada, ya por salir el sol, decide sacar la Remington de su escondrijo y plasmar un par párrafos en ella. Pero no puede, los días sin comer y los cigarrillos han nublado su visión, han cansado su espalda y el frío no lo deja pensar. Se recuesta sobre el escritorio y se queda dormido.
Las teclas de la máquina comienzan a dibujar unas pálidas palabras que relatan el cansancio, las trasnochadas y un par de amores efímeros. La música no se ha apagado, los focos se han quemado ya.
Las ventanas tienen un leve zumbido por el viento que hace afuera y las hojas amarillentas de papel bond van contando unas andanzas de las que el escritor no está muy seguro, pero qué más da, ya se ha dormido.
Le gustaría continuar escribiendo la generación espontánea de versos que van directamente de la consciencia del dormido a las teclas de hierro y a las hojas, que se quemarán en el invierno frío, porque el tipo escribe tan mal que no puede siquiera vender sus cuentos y desvaríos desvelados.
Peter La Anguila
Hace 2 meses.
1 comentario:
¿Tan malos así estarán?
Hace algo que no me daba una vuelta por acá.
Un saludo :)
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