Eres como una sombra diluída,
que me sigue a donde sea,
cada vez más borrosa,
y sin que yo se lo pida.
Eres como esa vieja canción,
que no recuerdo su nombre,
que no recuerdo su letra,
pero muero por cantar.
Eres ese suculento postre,
que en mis bueno tiempos,
después del plato fuerte,
solía a veces repetir.
Eres el vagón de aquel tren,
que cada noche de cansancio,
solía arrollarme para morir,
y así muerto descansar.
Eres el despertador del diario,
que cada madrugada despertaba,
con su sonete escandalizaba,
y me hacía levantar.
Eres una inyección de morfina,
relajante como una pelota,
estimulante como un beso,
y letal como la soledad.
Eres como una sombra diluída,
que me sigue a donde sea,
cada vez más borrosa,
cada vez más diluída.